Inflamación crónica, esto es lo que puedes hacer para combatirla

Inflamación crónica, esto es lo que puedes hacer para combatirla

Convivir con la inflamación crónica es más frecuente de lo que pensamos y aunque a  menudo pasa desapercibida porque no siempre duele, mina la energía, el ánimo y la salud a largo plazo. Además, una inflamación en la zona del abdomen que se vuelve persistente eleva el riesgo de enfermedades metabólicas, cardiovasculares, problemas digestivos, trastornos del sueño y alteraciones del estado de ánimo. La buena noticia es que si implantas una serie de cambios sencillos y de manera sostenida en el tiempo,, es posible reducirla y mejorar tu calidad de vida. 

¿Qué es exactamente la inflamación crónica y por qué deberías prestarle atención?

Antes de actuar conviene entender la diferencia entre inflamación útil y la que te hace daño.

La inflamación aguda es una respuesta necesaria: protege, repara y resuelve la lesión. Ahora bien, cuando ese proceso no se apaga y permanece activo de forma leve pero continuada, hablamos de inflamación crónica de bajo grado. Ese “ruido” constante en el organismo altera hormonas, empeora la sensibilidad a la insulina, debilita el sistema inmune y se relaciona con problemas que van desde el aumento de peso y la fatiga hasta la depresión y enfermedades más graves a largo plazo.

Señales que pueden indicar inflamación crónica

Fíjate en cómo te sientes. Si experimentas cansancio persistente, dificultades para dormir, molestias digestivas recurrentes (hinchazón, estreñimiento o diarrea), cambios de humor, dolores articulares o infecciones frecuentes, puede que haya un componente inflamatorio tras todo ello. Estas señales no siempre son específicas, pero juntas dibujan un patrón que merece tu atención.

Factores que mantienen la inflamación (y que solemos pasar por alto)

Antes de buscar soluciones, identifica de dónde puede venir la inflamación crónica. 

La alimentación rica en ultraprocesados y azúcares, el sedentarismo, el déficit de sueño, la mala gestión del estrés y la exposición regular a tóxicos (tabaco o alcohol en exceso) son algunos de los vectores que perpetúan la inflamación.

Estrategias prácticas para desinflamarte 

Aquí tienes un plan de acción que puedes incorporar desde ya para combatir la inflamación crónica. 

Mejora la calidad de lo que comes

Empieza por priorizar comida real: frutas y verduras variadas, proteínas magras, pescado azul, frutos secos, legumbres y grasas saludables, como aceite de oliva virgen o aguacate. 

Reduce azúcares libres y ultraprocesados, ya que disparan procesos inflamatorios y desregulan el apetito.

Introduce movimiento regular que realmente disfrutes

No hace falta pasar muchas horas en el gimnasio: caminar 30–60 minutos al día y combinar con 2 o 3 sesiones de fuerza semanal (ejercicios con peso corporal o cargas moderadas) es una combinación poderosa para bajar la inflamación, mejorar la masa muscular y también el humor.

Duerme lo suficiente y respeta los ritmos circadianos

Dormir entre 6 y 9 horas, exponerte a la luz natural por la mañana y mantener horarios regulares para comer y dormir ayuda a sincronizar el reloj biológico. Un ritmo circadiano estable protege el sistema inmune y reduce la vulnerabilidad inflamatoria.

Aprende a manejar el estrés

El estrés crónico es uno de los motores de la inflamación. Algunas técnicas sencillas como la respiración consciente, paseos en la naturaleza, pausa activa o micro-meditaciones diarias de 5–10 minutos pueden marcar una gran diferencia. Prioriza rutinas que realmente puedas sostener en el tiempo. 

Cuida la salud digestiva (tu segunda barrera inmunológica)

Una microbiota equilibrada ayuda a modular la inflamación. Incluye fibra diversa (verduras, frutas, legumbres, cereales integrales), fermentados si te sientan bien y limita los alimentos procesados. Si tienes síntomas digestivos persistentes como hinchazón notable, cambios en el tránsito o dolores, valora una evaluación médica para descartar problemas específicos.

Reduce exposiciones nocivas siempre que sea posible

Limita el alcohol, evita el tabaco y atiende a toxinas ambientales en casa (ventila, limpia el polvo, usa filtros si hace falta). Menos exposición significa menos carga inflamatoria acumulada.

Micro-hábitos diarios que multiplican resultados

Mantener un desayuno con proteína, añadir verduras a cada comida, beber agua al despertar, moverte de 5 a 10 minutos cada hora si tu trabajo es sedentario y repartir las comidas con al menos 4 horas entre ellas son hábitos simples que ayudan a regular la inflamación y la energía. 

Suplementación y apoyos para combatir la inflamación crónica

Algunos complementos pueden ayudar, siempre como apoyo a la dieta y un estilo de vida saludable.

El Omega-3 de alta calidad, vitamina D si tus niveles son bajos, probióticos específicos y polifenoles procedentes de alimentos o extractos (té verde, cúrcuma en formulaciones que mejoran su absorción) pueden ser útiles para combatir la inflamación crónica. Antes de empezar cualquier suplemento es recomendable comprobar necesidades y dosis con un profesional de salud.

No busques soluciones exprés: el objetivo real y transformador es construir rutinas que te acompañen en tu día a día.

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